Ingredientes:
- Camote (o batata, como le quiera decir) aproximadamente un kilo. En esta tierra hay camotes impredecibles. Los del ensayo fueron muy amarillos, otros, veteados y otros de un hermoso color púrpura. Da exactamente igual.
- Un plátano bellaco (inguiri, plátano, nooooo banana de comer!) muy maduro, con la cáscara negra.
- Dos mandarinas muy jugosas
- Una lima (ésta es una fruta que no he visto en otras partes. Buscándola en google, lo más parecido que encuentro es la Naranja Bergamota (citrus bergamia). Es muy fragante, de escaso sabor. Probablemente si prescinde de la lima y la reemplaza por otra mandarina no pierde casi nada.
- Una cucharada de aceite de oliva
- Una ñizca, como quien dice una pizca, tantito nomás de aceite picante de ajonjolí. Si no lo encuentra, seguro que un poquito de aceite de ajonjolí normal y una pizca de cayena darán lo mismo.
- Sal
Preparación
- Mientras cocía los camotes en abundante agua sin sal, pelé una de las mandarinas, le saqué todo el hollejo (la parte blanca de la cáscara) y corté la cáscara en tiras muy finitas.
- Con el luquetero o zester trabajé la otra mandarina y la lima
- Estos hilos de cáscara, los freí rápidamente en una cucharada de aceite de oliva muy caliente. Saqué los hilos apenas empezaron a tostar.
- Cuando los camotes estaban casi listos, corté mi plátano maduro en trozos tamaño bocado y los puse en el agua a cocinar. Los dejé allí mientras sacaba los camotes y los pelaba.
- Puse los camotes en un bowl y los acompañé con los plátanos ya cocidos. Aplasté todo con el majador, y lo llevé a una olla.
- Allí, a fuego bajito, mezclé el jugo recién exprimido de las mandarinas y la lima y empecé a sazonar poco a poco con sal mientras batía y batía.
- En el batido, el puré absorbió perfectamente todo el líquido, y terminé de sazonar cuando llegué a un punto que me procuró la felicidad de haber llegado al sabor debido.
- Pero, probando, probando, sentí que algo me faltaba para terminar de redondear este puré , enteramente nuevo para mí, aunque seguramente ya lo han hecho miles de cocineros en el mundo. Abrí la puerta donde guardo aceites, vinagres y otras cosas y la botella de aceite picante de ajonjolí levantó la mano y me dijo: “yo misma soy“.
- Este es un aceite picantísimo, y hay que tratarlo con cuidado. Prácticamente con gotero puse en el puré un chírris de aceite, volví a mezclar, y cuando probé por última vez, descubrí que había llegado a la verdad, o la belleza, que son casi lo mismo.
Mañana, ya entrenado, haré de nuevo este puré. Es exactamente lo que merece ese chanchito que todavía no tengo idea de cómo preparar, pero que ya reposa en mi refrigeradora, esperando dócilmente a lo que sea mi voluntad. Después de navidad les cuento. Y si sobra algo para el día siguiente, prometo tomar foto para publicar la receta. Lo serví coronado con los hilos crocantes de cáscara y, como manda la navidad, con algo de pecanas, nada más para completar el ensayo. La verdad es que este año las pecanas están buenísimas, tiernas y crocantes. Lo acompañé con una milanesita de pollo, porque necesitaba compañía. La milanesita estaba sabrosa y tierna, pero trivial. El puré de camote con plátano y mandarina coronado por las cáscaras crocantes de mandarina se llevó todas las palmas. No quedó nada. Rasqué la olla.
El camote no sólo es el compañero ideal del cerdo, sino que es uno de los carbohidratos más inofensivos. Al menos en mi caso, se positivamente que mis días de camote son días de muy buenos números. Preparado sin mantequilla, no es tampoco una amenaza para el diámetro de mi cintura y el puré es un acompañante perfecto para una cena que no se va a librar de su dosis de colesterol. El truco es no cargar colesterol sobre colesterol, ¿verdad?.
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